“NO DEJAMOS DE JUGAR PORQUE NOS HACEMOS MAYORES
NOS HACEMOS MAYORES PORQUE DEJAMOS DE JUGAR” (Nobel de literatura George Bernard Shaw)
Y es que el hecho de olvidar esa ilusión infantil, esa capacidad de asombrarse por todo a medida que crecemos y nos cargamos con más responsabilidades, supone la mayor parte de las veces que olvidemos cómo jugar, como reír y cómo relajarnos y dejarnos llevar. Asumimos un papel más serio y formal, como si no se nos permitiera conservar ese espíritu.
Quizás la sociedad nos lleve en esa dirección, pero como seres humanos debemos darnos permiso para ser nosotros mismos, obviamente dentro de unos límites lógicos (no voy a dejar de hacer mi trabajo para ponerme a jugar, pero sí que buscaré el momento, la compañía y la situación adecuados para hacerlo).
Según envejecemos suele aumentar la sensación de desamparo, de soledad, a veces de desilusión y muchas veces de incomprensión. No somos capaces de ver lo mucho que podemos aportar a los demás, a los que nos rodean.
El juego es un medio perfecto para que este intercambio intergeneracional se produzca. Hoy en día muchos núcleos familiares incluyen a abuelos o abuelas en el mismo hogar, ya sea como convivientes, como referentes a los que vemos a menudo o como cuidadores de nuestros hijos (debido en gran parte a la dificultad a la hora de compatibilizar la vida laboral con la vida familiar).
Cuando se da esta situación en la que nuestros pequeños y nuestros mayores han de compartir tanto tiempo se manifiesta generalmente un aumento en la capacidad de empatía de ambas partes, puesto que al interactuar tanto aprenden a comunicarse con su propio idioma, a escucharse, a hablarse y a respetarse. En estos casos tanto unos como otros enseñan y aprenden, todos aportan algo a los demás.
Los pequeños aprenden grandes valores y los mayores recuperan cierto grado de ilusión y de actividad. Si dentro de este proceso incluimos el juego de mesa, nos encontramos ante una fórmula magistral que favorecerá a unos y a otros. Y aquí vale casi todo tipo de juegos de mesa, siempre que se adapten a las edades y capacidades de los jugadores.
Pero, ¿qué sucede con aquellas personas mayores que no tienen familiares a su cargo o que les cuiden? Cuando estas personas se enfrentan a la soledad poco a poco van perdiendo la ilusión, las ganas de seguir adelante, y para evitar esto lo principal es mantenerse ocupado y, a ser posible, acompañado.
Tanto si viven solos y reciben ayudas domiciliarias, como si tienen familiares pendientes de ellos y de evitar su deterioro físico o cognitivo, como si acuden a centros de día o centros sociales, o a un bar a echar la partida y tomar un café, etc, es fundamental seguir sintiéndose parte de algo más grande que un individuo: como animal social, el ser humano necesita experimentar la pertenencia a un grupo.
Juegos tradicionales como el dominó, la baraja española, etc, no solo sirven para mantener nuestras neuronas activas y hacernos trabajar el lenguaje, la inteligencia matemática, la memoria, etc, sino sobre todo para trabajar nuestras relaciones afectivas y sociales.
Sin embargo, si se da el caso de no poder estar acompañado habitualmente, para esos momentos de soledad son bienvenidos otros recursos como los pasatiempos, la lectura, los puzles, manualidades, etc…y así evitar hacer una maratón televisiva día tras día.
Una opción maravillosa, tanto para centros de día y sociales como para tener en nuestros hogares, son los juegos de lógica como los de SMARTGAMES, que nos permiten jugar solos y enfrentarnos a diversos retos que aumentarán su nivel de dificultad a nuestro propio ritmo. Nosotros marcaremos la velocidad a la que avancemos, así como en qué momento queremos parar, o si nos bloqueamos en un reto poder pasar al siguiente y posponer aquel que no pudimos resolver para retomarlo en otro momento, evitando así la frustración.
Ser capaces de enfrentarnos a ellos e ir resolviéndolos desarrollará nuestra autoestima, del mismo modo que nos darán herramientas para ser capaces de buscar la solución posible a cualquier tipo de problema que nos surja en otros ámbitos.
A la vez que trabajamos esta capacidad de toma de decisiones, trabajaremos la visión espacial, la inteligencia lógico-analítica y la motricidad fina (hay que tener en cuenta el estado de las articulaciones y movilidad de las manos para decantarse por un juego u otro).
Otro factor a tener en cuenta, y que a mi parecer es determinante, es la temática. Me explico, si a una persona mayor le das un juego de carácter marcadamente infantil, o bien te lo tira a la cabeza o bien te dice que ya estás devolviéndolo. ¿Por qué?: porque se sentirá insultado o insultada. Creerá que le tratamos como a un niño, y no lo es. Es una persona adulta que quizás, y solo quizás, haya visto mermada sus aptitudes.
¿Qué debemos hacer entonces? Lo más sencillo es recurrir a juegos más abstractos como “Colour Code”, “En busca del diamante”, “Estrellas fugaces”,”Escapa de Atlantis”, “Castillos y caballeros”, “Antivirus”, o toda la serie “IQ”, que gracias a su tamaño reducido es más cómodo de llevar encima o jugarlo en cualquier sitio.
Hay muchísimas opciones, y si olvidamos los prejuicios de la estética del juego, descubriremos que podemos jugar a todo. Por algo en la edad recomendada suelen indicar que se puede jugar hasta los 99 años. Yo, de hecho, tengo la mayor parte de estos juegos para jugarlos yo.
¡Juguemos y disfrutemos!
David García Rivas
Vendedor en Dideco especializado en juegos de mesa
Instagram: david_perseo